Hablemos de todas las cosas que
no hemos hecho por cobardes. Sí, sí. Tal cual. Por tontos, por no arriesgar,
por miedo al rechazo o por cruzar la línea más de lo que creemos que
deberíamos.
Estamos más cargados de
arrepentimiento por no haber hecho cosas que por haberlas hecho. Y eso es fatal
para el cutis.
Tírate a la piscina, ¡hombre! Tal
vez la pilles vacía y te quedes con trece dientes menos pero, no sé, existen
los implantes y las fundas bucales. Para todo hay arreglo, menos para el malestar
estomacal que se te queda al pensar que pudiste haber hecho algo que ya jamás
tendrás la oportunidad de repetir.
¿Qué hay de aquello que hace años
que tienes en mente y que no tienes huevos de sacar a la luz por miedo a lo que
pensarán? Este Blog es una de esas cosas y créeme que han pasado años y años de
“va, Lai, este año sí”. Y no. Hasta que sí. ¡Click!
Estos “clicks” mentales que hacen
que de repente sientas unas ganas locas de comenzar todo aquello que te
propusiste años atrás, no sólo se accionan porque sí, porque te levantas y te
dices a ti mismo “hoy es el día”, sino que también suceden por pequeños
empujones. Bien sea tu madre con la chancla en la mano amenazándote con que como no
limpies tu habitación duermes en la calle o alguien diciéndote que se te da
bien esa cualidad que se requiere para hacer lo que una vez te propusiste y no
llegaste a cumplir.
Todo es cuestión de escuchar,
porque todo el mundo tiene algo interesante que decirte y no tiene por qué ser
de forma directa.
“Han abierto un restaurante que
tiene muy buena pinta” como sinónimo de “tengo ganas de verte, te echo de
menos”, por ejemplo. Si te pararas a reflexionar sobre lo que las personas
hablan contigo, tú mismo puedes llegar a saber el puesto que ocupas en su
corazón.
Y que si no lo ocupas, te lo
creas tú solo. O al menos lo intentas, que para eso es bueno arriesgar.
Además, es muy tópico, pero todo
sirve como lección. Yo, de pequeña, era muy fan de meter el dedo en los
enchufes y aunque tenía a mis padres constantemente encima de mí, procurando
que no me acercara a ninguno, a la que se despistaban ya estaba teniendo mi
cita con el aparato eléctrico mortal. Hasta que un día pasó, porque tenía que
pasar. Me tenía que electrocutar porque sí, porque me podía haber quedado, pero
también me podía haber convertido en Rayowoman y eso no tiene precio. A partir
de ese momento, pasé de los enchufes a los Muñecos Playmobil, y se acabó a la
historia.
Necesitamos pegárnosla, hacernos
daño y destrozarnos a nosotros mismos para pasar página. Y esto es así. La vida
es así. Estamos aquí para eso, uno no se muere por las decepciones, uno se
muere por dejar que pesen demasiado en la consciencia. Ya dije en su día que la
mente es lo más poderoso que existe en este mundo, y que si la tienes en tu contra,
estás perdido.
¿Sabías que cualquier emoción,
neurológicamente, solo dura 90 segundos? 90 segundos en ser metabolizada y asimilada
en nuestro cuerpo y 90 segundos en desvanecerse. Y yo me sé de personas que se
tiran enfadadas un mes. Mente, mente, mente.
Así que lucha por ella, por él,
por tu sueño, por el último trozo de pizza, de brócoli, por las ganas de
levantarte, de ir al gimnasio, a correr o de recuperar lo que crees perdido,
tal vez el destino esté escrito ya y esté esperando a que hagas el “click” para
que todo vaya a tu favor. Y si acaba por no ir y te decepcionas, total…
Las emociones solo duran 90
segundos.
Lai
Y por cierto, ¡Feliz Día de la Mujer a todas
aquellas personas que se sientan como tal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario